DNART
La identidad es el sentido de continuidad en la experiencia de nosotros mismos, una continuidad histórica, étnica, generacional, nacional, que incluye valores, creencias y un sentido de pertenencia a algo supraindividual, a algo que está más allá de nosotros mismos trascendente o banal pero que
en cualquier caso es una experiencia compleja que incluye a la memoria,
a la autoimagen, a la vivencia del tiempo y a las emociones y valores,
sobre todo a esa difícil síntesis entre el apego y a la autonomía personal.
La identidad se encuentra a medio camino entre el ser y el otro.
La identidad es el pegamento de la conciencia, lo que mantiene unidas sus partes.
Tal y como planteo en este intento de definición, la identidad es algo intangible, algo que no está localizado en parte alguna de nuestro cerebro, una experiencia inmediata que en otro lugar he llamado mismidad, una experiencia que se sostiene sobre esa vivencia
de corporeidad primaria con la que construimos nuestro relato vital, nuestra narrativa. La identidad es lo que somos aunque ese
“lo que somos” carezca, en cualquier caso, de fundamento.
La identidad es la subjetividad, lo que nos hace distintos de los demás
aun sabiendo que nos parecemos a esos otros que nos rodean.
En la identidad hay -sin embargo- múltiples submenús, así hablamos
de identidad sexual, identidad corporal e identidad social por hablar sólo de las más conocidas, sobre estas tres patas es donde se articulan
la mayor parte de los trastornos de la identidad. No somos sólo
un cuerpo o un Yo adherido a él sino que somos un cuerpo sexuado,
un cuerpo que mantiene fronteras con los demás (Yo-No Yo)
y un cuerpo que se relaciona con el mundo, un cuerpo que está en el mundo.